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amontonadero

montón, pila, acumulación, aglomeración, apelotonamiento, hacinamiento

Días extraños

Solía asomarse seguido por la ventana, pero de un tiempo acá la frecuencia con lo que que lo hago aumentó considerablemente. Quiero ver algo, pero no sé exactamente qué es lo que quiero encontrarme.

A veces me pregunto ¿para qué? No tengo una respuesta clara pero probablemente muy dentro de mi espero ver algo diferente cada vez que hago a un lado las cortinas y mi frente se recarga con el vidrio.

Quizás un día tenga la suerte de toparme con algo diferente, a estas alturas hasta con algo ligeramente poco perceptible me conformaría.

Han sido días extraños. Y creo que parte del incremento de mi actividad espía de la ventana también tiene que ver con querer recordar los días pasados, no tan extraños, no tan inquietantes.

Espero ver algún día un cielo azul tan profundo como los que veía cuando era niña. Mientras tanto seguiré asomándome por la ventana hasta dar con aquello que deseo ver.

Por favor espere en la línea

-Su llamada es muy importante para nosotros-

Dice la grabación mientras no le prestas mucha atención y continúas mirando por la ventana.

¿Hay música del otro lado de la línea? Te preguntas fugazmente pero en realidad toda tu atención se concentra en aquel punto lejano, del otro lado de la ventana.

¿Por qué no tiene forma? ¿O sí la tiene? ¿Por qué sientes que te está observando?

Cierras los ojos, te duele un poco la cabeza y presionas tu entrecejo ligeramente mientras del otro lado de la línea sigue sonando una música familiar pero desconocida a la vez.

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No sabes cuánto tiempo pasó, pero vuelves a abrir los ojos cuando escuchas esa voz diciendo Por favor espere en la línea, su llamada es muy importante para nosotros. Tardas en enfocar la mirada y te sorprende que, aquella figura que viste, ya no está.

Pero sientes que te sigue observando.

Por favor espere en la línea

Cuelgas. Cierras las cortinas. Hoy tampoco vas a salir. Hoy tampoco nadie te va a ayudar.

Verano del 89

Recuerdas cosas que no pasaron.

 


 

Llevas 30 años en este mundo y a veces te descubres pensando en cosas que no pasaron, o que pudieron pasar, pero no lo hicieron. 

De pronto te das cuenta que son las 3 de la mañana, todo está oscuro excepto la luz que está al lado de tu cama. Tú solo estás ahí, boca arriba, viendo cómo se forman figuras imaginarias que se van distorsionando en el techo, mientras a lo lejos, muy a lo lejos, hay música. Podrías estar ahí, piensas, pero estás boca arriba en la cama viendo cosas que no existen, mientras te preguntas por milésima vez por qué aquello que recuerdas vívidamente, en realidad no ocurrió.

 


 

Te gustaría volver al verano del 89, pero con tu edad actual. Te gustaría subir a un puente peatonal y ver el horizonte, al menos lo que se alcance a ver, de todas maneras, todavía no había tantos edificios. 

Recuerdas el amarillo. Eso sí ocurrió, en verdad, aunque a veces dudes, pero el amarillo estaba presente. Al menos durante 10 o 15 años más, o tal vez… el amarillo es exclusivo de tus recuerdos. Piensas que tal vez tu memoria ya está un poco oxidada, algo opaca, como los vidrios de aquel edificio sin chiste, que es como una caja.

De todas maneras, para qué pensar en eso. Te pones a bailar en el puente peatonal, con la ciudad de fondo, con los autos pasando debajo de ti, pensando en los tiempos mejores que vendrán.

 


 

Estás pensando en los tiempos mejores que vendrán, pero al parecer, ya no vendrán.

 


 

Vuelves a ti. Estás sobre la cama, soñando con recuerdos que tú no viviste pero que has logrado armar en tu cabeza durante todo este tiempo.

Tienes recuerdos falsos. Recuerdos que no son tuyos. Recuerdos que crees que te pertenecen. Qué más quisieras. Sería mejor volver al verano del 89 en vez de estar sobre tu cama, a las 3:15 de la madrugada, un día cualquiera entre semana.

 

 

 

Recuerdas el verano del 89. Pero no pasó.

 

 

 

A ti no te pasó.

 

 

2 0 1 8

Recuerdo cuando el año 2000 era lejano, optimista y al mismo tiempo irremediablemente apocalíptico.

 

Hoy, el año 2000 es nostálgico, nos engañó con su inminente cataclismo que no ocurrió, y sí, sigue siendo lejano.

 

 

 

19S

Pasó.

 

Era solo un aniversario más, sin ninguna novedad. Hasta las 13:14 horas.

 

 

Pasó lo que buena parte de mi vida había estado temiendo y esperando. Pasó y no supe qué hacer. Pasó y no supe para dónde moverme. Pasó y ni siquiera pude caminar. Pasó y no pude pensar más. Pasó y no pude escuchar el sonido de la tierra, ese que varias personas me han dicho que aterra.

Pasó.

 

Terminó y yo seguía temblando. Terminó y me moví rápido. Terminó y vi a lo lejos el humo e infinidad de pensamientos llegaron a mi mente. Terminó y todo se volvió histeria.

 

Terminó y no he parado de pensar en todo esto.

 

Terminó y aún lloro por las noches.

 

Terminó y no puedo entender cómo es que simplemente pasó.

Escombros

A veces paso demasiado tiempo pensando en la posibilidad de haber vivido antes, en otra vida.

A veces me encuentro imaginándome en otras vidas. Vidas que ya pasaron, o tal vez, están pasando en paralelo al aquí y ahora.

A veces me pregunto si habrá más vidas después de esta.

 

No sé, puede ser una posibilidad. Un supuesto. Me gusta perderme pensando en todo eso.

 

 

A veces me pregunto si existe la posibilidad de haber muerto de manera tan traumática, que ahora, en esta vida, a veces me descubro pensando en esa posibilidad. Es un pensamiento recurrente que viene una o dos veces al día.

Pienso mucho en escombros.

Pienso mucho en el hecho de quedar bajo escombros algún día.

 

Se me acaba de ocurrir que tal vez, pienso tanto en ellos que así fue como terminó mi anterior vida.

 

 

Loop

Últimamente tengo la sensación de que estoy parada en un pasillo de un supermercado, simplemente viendo la mercancía.

Me siento desbordada porque hay muchas cosas que comprar y ver, y hay poco tiempo y dinero.

Si soy más específica, estoy parada frente al refrigerador de las gelatinas.

Siendo más específica y un poco odiosa por mi obsesión de acomodar sucesos de mi vida pasada en mi vida presente, estoy parada frente al refrigerador de las gelatinas de la tienda de la UAM de Coapa en 1996.

Me siento desbordada porque quiero probar todas las gelatinas. Pero no me las van a comprar.

Hay unas en específico. Vienen en un traste grande y constan de 3 capas de distintos sabores. A las verdes con blanco y amarillo no puedo dejar de verlas. Pero un poco más allá hay unos recipientes de plástico color café y amarillo, que supongo son natillas, que también me están gritando para que los voltee a ver.

Me empiezo a poner ansiosa.

De pronto ya no hay nadie. Se cansaron de esperar a que decidiera cuál gelatina tomar. Y se fueron, como táctica para espantarme y así tomar la primer cosa que tuviera enfrente (o que pudiera alcanzar) y empezar a correr buscándolos.

La situación me sobrepasa. Ya no hay nadie esperándome a que tome una gelatina, ya no hay nadie a mi alrededor. Estoy sola. Sola con las gelatinas.

Suena una melodía repetitiva en el ambiente. Siento que ya la escuché pero no se dónde o cuándo.  La estructura del supermercado hace que no sepa de dónde venga. Se que proviene de unas bocinas pero no las alcanzo a ver. La melodía solo está ahí flotando y me está recordando que el tiempo sigue pasando, aunque sea repetitiva y al mismo tiempo pareciera que no ha avanzado del todo.

Entonces, estoy parada frente a las gelatinas escuchando una melodía atemporal y repetitiva en la tienda de la UAM en 1996. El problema es que estoy en 1996 pero no tengo 7 años, tengo 27, y me sigue aterrando el hecho de que ya me dejaron porque no me apuré a elegir una gelatina.

Y además, ¿a dónde se fue toda la gente que se supone debería estar en el supermercado comprando sus productos favoritos?

¿Por qué estoy sola?

¿Y por qué no me puedo decidir por una gelatina?

¿Por qué no agarro la verde con blanco y amarillo y me doy la vuelta y me largo de ahí? O las natillas. O todas las gelatinas y natillas que quepan en mis manos. No hay nadie, podría tomar todo lo que quisiera e irme y no habría nadie que me lo impidiera.

Pero no puedo.

La melodía atemporal y omnipresente sigue sonando.

¿Por qué estoy en 1996 en la tienda de la UAM de Coapa y no en 2016 en la Comercial de la Selva de Cuernavaca?

Me empiezo a preguntar si la tienda presiente siquiera que en 6 años más la van a cerrar. Pero qué tonta, nadie sabe qué va a pasar en 6 años. ¿Las gelatinas estarán conscientes de que si alguien no las compra se van a pudrir en el refrigerador del supermercado? ¿Las gelatinas se pudren?

Me sigo preguntando, por qué de todos los años que he vivido, estoy ahora mismo en 1996 en la tienda de la UAM. Y sin gelatina y sin natilla. Y sin nadie a mi alrededor.

Volteo y todo está como en pausa. Excepto la melodía que sigue sonando. Me enfoco en lo que está frente a mi y todo vuelve a empezar:

Estoy parada frente a las gelatinas escuchando una melodía atemporal en la tienda de la UAM en 1996…

 

 

Agonía

Entre mis palabras favoritas se encuentran: cosmonauta (llevándose el primer lugar), implosión, nebulosa, pradera, crujiente, papalote, apapachar y abismo. Del otro lado hay palabras que me causan repulsión, como huevecillos o panal. Pero hay una palabra en específico que me causa terror: cáncer.

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Últimamente no dejo de pensar en la muerte. La muerte en sí no es lo que me da miedo, si no la agonía. Saber que tienes los días contados o irte muriendo de a poco, en una agonía lenta y desesperante es lo que me causa conflicto, me causa miedo, me dan ganas de llorar.

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Cuando algo te da miedo, lo quieres lejos. Ni por equivocación te gustaría tenerlo cerca. Me dan miedo los insectos grandes voladores. Si me topo con uno tal vez grite o tal vez no, pero inmediatamente me alejo y mi vida sigue como si nada. Basta cerrar la ventana o cambiarme de cuarto, o caminar unas dos cuadras.

Es muy fácil y risible explicar el miedo en base a los insectos voladores. Pero todo se complica cuando aquello a lo que más miedo le tienes te anda rondando.

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La primera vez que supe qué era el cáncer fue en la primaria. Iba en tercero. Una niña de sexto o primero de secundaria (en ese rango, exactamente no recuerdo en qué año iba) tenía cáncer. Al ir en una escuela católica (religión que no practico actualmente) nunca estaba de más tener a Eugie en nuestras oraciones. Toda la escuela sabía quién era ella. Todas las buenas vibras iban hacia ella. La recuerdo delgada, con ojeras, con gorra o turbante en la cabeza, pero siempre sonriente. Nunca le hablé, pero cuando había misa me reconfortaba verla pasar al frente y leer algún salmo o algo parecido. Yo sabía que ella estaba enferma, sabía lo que era el cáncer porque alguna vez nos lo explicaron o le pregunté a mi madre, pero nunca fui consciente de la agonía que se llega a experimentar. Yo sabía que Eugie tenía cáncer, pero nunca se me pasó por la cabeza lo que podría estar sufriendo. Yo sabía que Eugie se estaba muriendo, pero no fui consciente de ese hecho.

Un día convocaron a misa a toda la escuela. Pidieron por el descanso de Eugie y por su familia. Ahí fue cuando me hice consciente. Eugie había muerto. Nunca más iba a volver a la escuela y nunca más el hecho me iba a dejar de dar vueltas en la cabeza.

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En segundo de secundaria la profesora que era la orientadora de mi curso murió de repente. Cáncer en el pulmón. Ahí me hice consciente de que el cáncer puede llegar de pronto y rápidamente acabar con la vida de alguien. A diferencia de Eugie que lidió años con la enfermedad, Mariana murió en cuestión de meses.

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A partir de ahí se volvió en un tema recurrente. «¿Supiste que tal persona tiene cáncer?», «Aquella celebridad murió de cáncer», «El amigo de la vecina tiene cáncer», «Mi amigo murió de cáncer», «Le diagnosticaron cáncer», y la cantaleta no tiene fin.

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Me aterra pensar siquiera en la palabra. Mentalmente digo «cáncer» y me pongo a temblar. No puedo lidiar con ese miedo.

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De pronto, personas más cercanas empezaron a tener cáncer. No se detiene y no tiene piedad.

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Tíos con cáncer. Tíos luchando contra el cáncer. La agonía de nuevo.

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Mi gatito murió por culpa de un tumor canceroso. En tres días el cáncer lo consumió. Ha sido una de las peores experiencias de mi vida, ver cómo se consumía y la rapidez con la que se fue. Sigo pensando en la ineptitud de los veterinarios que lo atendieron, sigo pensando en cuánto sufrió, sigo pensando en lo débil e indefenso que se veía, sigo pensando en porqué no me dieron la opción de dormirlo y así se hubiera ahorrado todo el sufrimiento que vivió. Sigo pensando que yo fui la culpable, por no haberlo llevado a más veterinarios, por no haberme «dado cuenta antes», por haber permitido tanto sufrimiento. Sigo pensando en mi gatito. Sigo poniéndome como la principal culpable de este hecho, pero no es más que una forma de evadir al verdadero culpable: cáncer.

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Dos semanas después de la muerte de mi gatito muere un amigo muy querido de mi familia. Cáncer en el pulmón. Él nunca fumó un cigarro en su vida. ¿Cómo fue eso posible?

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Esta semana me entero que un compañero del trabajo tiene cáncer. Todos pensaban, incluido él, que era una simple gastritis. Otro estudio más: cáncer en el estómago. No hay marcha atrás. Está desahuciado. Todo pasó tan rápido. No dejo de pensar en la agonía que está viviendo. No dejo de pensar en él y los pocos «buenas tardes» que intercambiamos. No dejo de pensar en la agonía que ha de estar viviendo en el tiempo que le queda de vida.

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No puedo dejar de pensar en todo esto. Me da miedo. Lloro. ¿Será que la única forma de apreciar la vida es vivir una agonía?

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Maldito cáncer.

Música

Si buscamos definiciones sobre la palabra «música» en Internet, se nos arroja la siguiente información: que es un producto meramente humano, que es el arte de combinar los sonidos, que es un producto estético y es agradable al oído, que es «el arte de las musas» y muchas definiciones más que solamente son paráfrasis de todo lo anterior.

Nada que ver con la práctica ¿cierto?

Podría en esta entrada ponerme a escribir sobre lo bien que se siente escuchar tu canción favorita, o el éxtasis que te produce ir al concierto de la banda que más te gusta, o la emoción con la que bailas aquellas canciones que aseguras que no te gustan pero secretamente te sabes la letra y por ser una fiesta te olvidas de tus propios prejuicios, o de los sentimientos y vivencias que sientes resurgir desde lo más profundo de tu interior cuando escuchas canciones que solías escuchar hace unos años atrás y por cosas de la vida dejaste de escucharlas, o del repudio que te causan ciertas canciones y apenas las escuchas cambias de estación de radio, buscas otro video en youtube o te alejas de la fuente de donde provienen, de como por inercia te sabes la melodía o la letra de las canciones de algunos comerciales y a veces te descubres tarareándolas, o del propio desconocimiento del hecho de que cierta melodía venga a tu cabeza de vez en cuando y aún a estas alturas te preguntes dónde fue que la escuchaste o por qué la estás recordando ahora si ya tiene años que no la escuchabas, o aquella canción que te gustaba tanto pero que al final la terminaste odiando por dedicársela a la persona incorrecta, o emocionarte tanto, al borde de las lágrimas, cuando escuchas una melodía que te sacude desde la planta del pie hasta la punta de tus cabellos…

La lista podría seguir y seguir. Pero escribiré solamente sobre 5 conceptos, ideas, pensamientos, o como quieran nombrarles, que de un tiempo acá han rondado mi cabeza sobre eso, la música.

Dentro de ti

Leí hace poco, en un artículo de esos que llegan a ti y se van de la misma manera en la que llegaron (muy fugazmente), que el primer contacto del ser humano con la música es en el vientre de su madre. El feto escucha los latidos del corazón de su madre y ahí está: los latidos tienen un ritmo. Y ya, uno de los conceptos más primarios de la música lo sientes desde que eres un conjunto de células en formación.

Lo que me hace pensar que dentro de nosotros hay todo un conjunto de órganos que generan sus propios ritmos dentro de la absoluta oscuridad que hay en nuestro interior.

Memoria

Según unos estudios, la mejor forma de tratar a los pacientes con Alzheimer es ponerlos a escuchar sus canciones favoritas de toda la vida. Comienzan a recordar episodios ligados con esas canciones, que de otra forma no serían capaces de hacerlo. El estudio es muy exacto al decir que el Alzheimer ataca ciertas partes del cerebro y al parecer no ataca la región a donde va a parar la música. Por eso los pacientes pueden ir de a poco recuperando memorias que ya se daban por perdidas.

Esa sería la explicación científica, pero prefiero creer que la música tiene ciertos poderes que nuestro entendimiento aún no es capaz de descifrar.

Sordomudos

Los padres de la ex esposa de un tío eran sordomudos. Los dos. Siempre tuve curiosidad sobre cómo fue que criaron a sus… 4 o 5 hijos. Pero eso no viene al caso. Una vez me contó mi tío que cuando había fiesta en la casa de los ex suegros, al señor se le podía ver muy contento. Él, lleno de curiosidad le preguntó (aprendió a comunicarse con el lenguaje de señas solo para hablar con sus suegros) que cómo era posible que sonriera o se pusiera a bailar si no escuchaba la música, que si lo hacía solo porque los demás bailaban o ¿cómo?, a lo que el señor le respondió que bastaba con que se parara junto a la bocina y pusiera su mano sobre ella: podía sentir las vibraciones que generaba la música.

Una manera alternativa de sentir la música. Siempre me va a fascinar esa historia.

Juan Gabriel

En una ocasión, mientras esperaba consulta, tomé una revista y me puse a hojearla. Hablaba sobre las personalidades más influyentes de los 70’s. Entre los primeros puestos se encontraba Juan Gabriel y una frase se me quedó grabada: «las canciones de Juan Gabriel se podían escuchar en la más pobre vecindad de Tepito hasta en la más elegante fiesta de Las Lomas».

Una prueba del poder que tiene la música (o el Noa Noa).

Universo

El sonido no se propaga en el vacío del universo. Aún así, los planetas, las estrellas y todos los cuerpos que ahí están suspendidos son capaces de generarlo.

Y entonces volvemos al principio. Hay ruidos, hay sonidos, hay cierto ritmo. En lo más oscuro del vacío. Como en lo más oscuro de nosotros mismos.

¿Es la música un invento meramente humano o forma parte de algo enorme que aún no podemos comprender pero que la humanidad logró captar y moldearlo a su manera?

 

 

 

 

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