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Comida china

Hay quienes afirman que la comida «confort» existe y es la que te hace sentir mejor cuando la estás pasando mal. Hay otros que afirman que la comida confort existe pero no le hace nada a tu estado de ánimo. Como todo al día de hoy. Hay estudios que afirman cierta cuestión y hay otros estudios que niegan esa cuestión. Total, al final todo se resume en perspectivas.

Como esta entrada.

Retomando la primera idea expuesta, mi comida confort de cajón es la comida china. La primera de todas. La comida china está antes que las enchiladas, incluso antes que cualquier fruta desbordada en limón y chile. Y eso ya dice mucho.

Pero hace años que no como una buena comida china.

Parte de la esencia de la comida confort es la nostalgia. Son los sentimientos a los que te remiten cuando la estás comiendo. Es ese «más allá» de la mera sustancia. Por eso nos gusta comerla más que otras comidas y por eso tiene un lugar especial en nuestro corazón (y estómago).

Cuando era niña había un restaurante de comida china muy cerca de donde vivía. Bastaba con salir del bloque de edificios y seguir caminando por la avenida hasta llegar a él. Sería cosa de unos 200 metros a lo mucho. Para mi siempre fue un lugar mágico. El restaurante era atendido por un matrimonio chino que a duras penas hablaba español pero se daban a entender. Constaba de un mostrador donde tenían en exhibición desde tés hasta ropa de seda, pasando por dulces que nunca sabré de qué eran y algunas figuritas populares en China. El área del mostrador estaba separada del área de los comensales por un biombo enorme pintado con detalles de las montañas chinas y muchas aves; creo que eran garzas. El señor siempre estaba leyendo un periódico en chino (siempre me dio curiosidad saber dónde lo compraba o si se lo enviaban, ubiquémonos en la mitad de los 90’s, las cosas no eran tan inmediatas como ahora) y la señora siempre te recibía con una sonrisa. Al principio ellos hacían la comida, por lo que era «comida china real» y conforme iba ganando popularidad el restaurante contrataron cocineros (instruidos por el señor) y meseros. Seguía siendo comida china auténtica.

Durante los 7 años que viví ahí comí infinidad de veces en ese lugar. A veces cuando salía de la primaria (que estaba a tan solo unas calles) mi mamá me daba 20 pesos e iba al restaurante a comprar una orden de arroz. Los señores ya me conocían y apenas me veían me decían con su acento chino «arroz frito, si?». Me daban un bote grande lleno de arroz y yo me iba feliz a mi casa.

Incluso cuando nos mudamos, de vez en cuando regresábamos a comer ahí aunque eso significara desplazarse por media ciudad.

Quedó muy dentro de mi esa comida china. El sabor y la dedicación con la que la preparaban. El arroz frito, el chop suey, el pollo almendrado, los rollos primavera, las costillas agridulces, el pulpo en el platillo que nunca supe cómo se llamaba e incluso los platillos que nunca probé pero que veía que servían en las mesas vecinas los recuerdo con una nostalgia que me sorprende experimentarla.

¿Qué pasó después?

El progreso, la inmediatez, llámenlo como quieran. Sumando el hecho de que me cambié de ciudad.

Hoy día abundan casi en cada esquina locales de comida china rápida como si de hamburguesas se trataran. La mayoría son atendidos por chinos mal encarados o por compatriotas que poco o nada les importa la necesidad de una buena comida en estos tiempos de satisfacción inmediata. Y por cierto, la comida de esos lugares es horrible. Muy pocos se salvan pero sus comidas no les llegan ni a los talones a la que preparaba el matrimonio chino allá en el pasado, hace 20 años.

La nostalgia me llama constantemente. He probado comida china aquí y allá pero no encuentro ninguna igual. Tal vez siga buscando por el resto de mi vida o tal vez mañana encuentre un restaurante que me transporte a las sensaciones del pasado. Quién sabe. Pero las esperanzas las tengo.

Me encantaría que esta historia tuviera un final feliz, pero desgraciadamente no es así.

Hace unos meses, atendiendo el llamado del pasado nostálgico, me di una vuelta por los rumbos de mi infancia. A veces las cosas no cambian nada y secretamente tenía la esperanza de ver el restaurante chino tal cual lo vi por última vez, hace cosa de 10 años. Pero no fue así. El restaurante ahí sigue, sí. Pero ya es un restaurante más de comida china rápida. De esos que sus anuncios rezan «buffet de comida china por $60». Dejó de ser un local con decoración china para ser una especie de McDonald’s con una gran barra con comida en medio. Nunca antes me había ido de un lugar tan triste y decepcionada.

Solo espero que el matrimonio, sea a donde sea que se hayan ido, sigan siendo tan felices como antes, que el señor siga leyendo periódicos en chino, que la señora siga siendo risueña y que sigan cocinando esa comida que solo ellos saben hacer.

 

Quizás…

Deberíamos hablar más sobre el universo y perdernos durante horas en el vacío.

Dolor

De un tiempo para acá he estado pensando en el dolor. No en el anímico, sino en el físico.

Lo que me causa terror es el dolor que no he experimentado. Ajena no soy a los dolores de cabeza, a los cólicos, a una cortada, raspadura, caída o a una torcedura. Soy totalmente ignorante al dolor de romperse un hueso, por ejemplo. Al dolor que produce una enfermedad que te está comiendo en vida. Al dolor que proviene de una herida muy profunda. A un golpe que te tumbe los dientes. A una bala. A una navaja. A la consecuencia de terminar sin algún miembro, desde un dedo hasta una pierna entera. Al parto. A la agonía.

No confío en el umbral de dolor

Algo tan efímero y etéreo o tan absoluto y cotidiano que me hace dudar hasta de cada paso que doy. No tengo registro de algo tan chocante como lo anteriormente descrito, así que es algo que no he puesto en práctica. Si me encuentro en una situación de riesgo ¿hasta dónde aguantaría?

Tengo una especie de consuelo personal. He sabido de casos en donde el dolor es tan fuerte que sobrepasa a la persona y se desmaya, para volver en si después, cuando ya pasó lo peor.

¿Será ese mi caso?

Una madrugada desperté de la peor forma posible. Estaba soñando que iba de excursión con un montón de gente que no conozco. Estábamos en una pradera, llena de ruinas. El recorrido consistía en subir a una parte de las ruinas y bajar por el otro lado. En algún momento las ruinas solo eran una estrecha columna horizontal por la cual teníamos que caminar para poder llegar al final. El guía nos lo había advertido: cualquier paso en falso y caeríamos. Era bastante altura. Todos iban en fila deseando terminar el recorrido lo más pronto posible, cuando simplemente pasó. Caí. Los demás gritaban mientras el piso estaba cada vez más cerca. Escuché un sonido muy fuerte; algo se había roto, «mis piernas» pensé y desperté de inmediato. Eran las 4am. No me pude volver a dormir.


Causas y consecuencias 

Mi inquietud se intensifica cuando la causa del dolor no es natural o por tu propia culpa. Cuando la causa de tu dolor es culpa de otra persona o de un evento natural.

Aquí es cuando todo me sobrepasa.

¿Qué haces? ¿Cómo lo enfrentas? ¿Y si lo enfrentas y no puedes?

Mueres. Vives.

Es algo que me cuesta comprender.

Darle fin a todo o vivir con el dolor constante.

Muchas horas me he pasado leyendo testimonios de sobrevivientes que fueron atacados o vivieron un desastre natural. Toda mi admiración para los que vivieron situaciones catastróficas y se aferraron a la vida a pesar de todo el dolor que eso conllevaba.

Me cuesta sacarme de la cabeza la historia de la señora que quedó sepultada bajo toneladas de escombros durante varios días y al final vivió. Le tuvieron que amputar un brazo para sacarla, pero vivió.

Y como esa, miles de historias más.

A veces creo que en esas situaciones el dolor es un motivante para seguir viviendo.


Privilegios

Se podría decir que soy una especie de persona privilegiada al solamente experimentar dolores básicos. Cuando era niña en una ocasión recibí un balonazo en la cara. Me dolió la nariz por días. Olvidé mi dolor cuando me llevaron al hospital porque unos familiares habían tenido un accidente automovilístico y estuvieron semanas en terapia intensiva.

Recuperación

Una vez me caí de las escaleras. Me pegué en la cadera al aterrizar en una mesa. El moretón me duró unas cuantas semanas. Recuerdo verme al espejo con un trozo de piel morado y recuerdo tener una absurda manía de picarlo con el dedo. Era una forma de recordarme el dolor de la caída. Recordatorio que me duró días y me dejó secuelas al parecer. Al día de hoy todavía me picoteo la cadera con el dedo y si sospecho que algo me duele, hago lo mismo.

Miembro fantasma

Me obsesioné cuando supe que existe el síndrome del miembro fantasma. Le ocurre a las personas a las que les fue amputado un miembro y aún lo sienten, incluso les duele.

Es una recuperación que jamás podrán completar.

Me obsesioné más cuando conocí a una chica que perdió su mano izquierda. Mi mente a veces me recuerda ese pensamiento tan secreto y privado para mi: «¿todavía le dolerá la mano izquierda?»

Enloquecí cuando me contaron cómo fue que un primo lejano perdió el ojo derecho.

Lo reforcé cuando recordé que una vecina nos contó cómo fue que se quedó sin dedos trabajando en la maquila.


Obsesión 

Seguramente no dejaré de pensar en esto. Es algo constante, apenas hace tiempo me hice consciente de que mi cabeza ocupa mucho tiempo pensando y tratando de entender algo que no he experimentado. Ahora entiendo porque a veces me descubría viendo videos de accidentes o documentales sobre enfermedades.

El dolor es algo que nos acompaña siempre. Desde el más insignificante hasta el más insoportable.

El dolor siempre estará ahí para recordarnos que estamos vivos.

Me duele algo que no sé ni como llamarlo. Seguro tiene nombre, pero no me he tomado la molestia de buscarlo.

Quiero creer que aún hay sentimientos que me faltan descubrir y también trato de consolarme pensando que hay otros tantos que nunca voy a conocer.

Pero este algo en particular tiene rato ya dándome vueltas en la cabeza.

Me duele un sentimiento que no conozco.

Tripofobia

Borrador de hace más de un año y medio…

Descubrí, en algún momento, que padezco de tripofobia. O al menos ese diagnóstico encontré en internet.

Tripofobia (a veces llamada fobia de patrón repitente) es el miedo o repulsión causado por figuras geométricas muy juntas, especialmente hoyos pequeños y rectángulos muy pequeños.

El horror.

Ciclos

Borrador de hace 8 meses, curioso, como vuelven los ciclos, curioso, que yo los siga buscando…

25 años en este mundo me han demostrado que la vida se vive en ciclos. Este cuarto de siglo me ha enseñado que mis periodos varían de entre 5 a 7 años para que me ocurra un «cambio mayor», por decirlo de una forma.

Actualmente inició un nuevo cambio.

Y por simple coincidencia (también me gusta pensar que por algo más místico) estoy en un lugar donde ya había estado.

Vacío

A veces olvido el significado de las palabras. No pasa seguido, pero si lo bastante como para meditarlo.

En realidad no es olvido propiamente. Es como si la palabra con la que se nombra un objeto simplemente se vuelve ajena y la asociación carece de sentido.

Entonces es cuando me encuentro repitiendo mentalmente la palabra, una y otra vez, una y otra vez, tanto que me parece abdsurdo.

Al no tener sentido, comienzo a decirla en voz alta. Nada aún. Me sigue siendo ajena.

Ajena, ajena, ajena. Sin sentido. ¿Es eso o soy yo?

La pequeña interrupción se convierte en meditación. Dejo pasar el tiempo. Ya no quiero pensar en eso.

Y cuando menos me lo espero, vuelve. Pero ahora con todo el significado que tiene detrás. Así como se fue, vuelve. De la nada.

A veces eso que me pasa con las palabras me pasa pero conmigo misma. Es como si me estuviera viendo en mi actuar diario, pero sin ser parte de él. Soy ajena a mi misma. No me reconozco. Y cuando empiezo a divagar y a tratar de alejarme, de golpe vuelvo a mi, vuelvo a mi realidad. De golpe vuelvo a ser yo.

De la nada.

Lo que quiero saber es que hay en esos vacíos momentáneos. Si me olvido de una palabra, ¿podré reemplazarla con otra? Y si me olvido de mi misma, ¿alguien más vendría a reemplazarme?

¿Y si hay un vacío donde están todas las cosas y personas que se volvieron ajenas? Creo que de la nada entendería muchas cosas que de la noche a la mañana dejaron de tener sentido.

Ciudad

No deberíamos vivir toda la vida en la misma ciudad. Bueno, al menos hay gente que no debería hacerlo. Claro que también hay gente que es lo único a lo que aspiran, y está bien.

Da igual. No importa en realidad.

Como a la ciudad en realidad no le importa si vives en ella, si eres feliz en ella o si disfrutas recorrer sus calles. No le importa. ¿Por qué habría que importarle a la enorme ciudad, lo que tú pienses sobre ella? Hay muchísimas personas más interesantes que tú, que seguramente, si la disfrutan y la aman, no como tú, que sólo te quejas de ella.

A la ciudad no le importas. Ya no.

Hace más o menos unos 8 años que le dejaste de importar. No eres público para sus desmanes. No eres sujeto de prueba. Ya no eres aquel ser de ensayo-error con el que ella se divertía.

Ya no eres aquella persona que miraba con interés sus horizontes y con curiosidad sus callejones.

Tú ya no eres parte de aquel mundo.

 

Es hora de que te muevas y busques otras ciudades.

Ella usó mi cabeza como un revolver…

Y por «ella» me refiero a mi misma.

El otro personaje se había desarrollado en el estado alterado de la conciencia, pero en el mismo cuerpo.

Ella usó mi cabeza/como un revólver/e incendio mi conciencia/con sus demonios

El álter ego también se utiliza para referirse a los diferentes comportamientos de una persona que pueden aparecer en ciertas situaciones.

Me vi llegando tarde/tarde a todo/después de un baño cerebral/estaba lista para ser amada/pasa el tiempo y ahora creo que el vacío/es un lugar normal/ella uso mi cabeza/como un revolver

El término fue acuñado en el siglo XIX cuando el trastorno de identidad disociativo fue descrito por primera vez por los psicólogos.

No creerías las cosas/que he hecho por ella

Una persona que tiene un álter ego se dice que lleva una doble vida.

No creerías las cosas/que he hecho por ella.

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